¡Hagan juego!

miércoles, 5 de octubre de 2011


El amor es como una partida de Póquer, permítanme que utilice la forma cervantina en lugar del tradicional Poker anglosajón. El azar reparte las cartas, pero somos nosotros los encargados de jugar la partida. Es evidente que no todos partimos desde la misma posición, pero una vez que el crupier reparte las cartas ya no valen las excusas, somos nosotros y sólo nosotros los encargados de saber gesticular, de mostrar o no nuestra sinceridad y de predecir e intuir lo que puede pasar, únicamente nosotros decidimos, arriesgamos  y valoramos si merece la pena luchar por esa partida o plantarnos antes de cometer errores, una mala decisión nos podría llevar a una pérdida económica y de tiempo, en cambio una buena decisión nos llevaría a recoger los beneficios.

Y es que en la vida como en el póquer hay diferentes tipos de jugadores, los hay que marcan faroles puntuales para llevarse una mano, los hay mentirosos compulsivos que siempre muestran falsos diamantes (♦) para seducirnos y que de tanto mentir acaban siendo descubiertos, los hay conservadores que sólo asisten a las partidas que ven claras y por tanto carecen de sueños, los hay que mezclan ambas formas de juego, los hay que provocan para aumentar el valor de las pujas y que en la vida real serían los que escampan rumores, y así un sinfín de jugadores con un objetivo compartido y común, ganar la partida, porque no se engañen, en el amor no basta con participar, hay que ganar la partida, y sólo puede ganar uno.

Y no piensen que una buena mano de inicio les va a llevar al éxito, quien se precipita, empuña su pica (♠) al aire y es incapaz de controlar su alegría puede provocar una reacción contraria en el resto de jugadores, aquí entrarían esos amores muy caramelosos de inicio pero que a medida que se reparten nuevas cartas el valor se va diluyendo hasta convertirse en una mano no vencedora, lo mismo sucede a los pesimistas, los que siempre alegan tener malas cartas de inicio, esa actitud de no confiar en uno mismo que provoca que el resto de jugadores se marquen faroles y acaben desanimando tu puja, en la vida real equivaldrían a aquellas personas incapaces de liderar una relación, débiles sin sueños que no confían en si mismos y se ven superados por la competencia, y es que enamorar a alguien es una dura tarea, pues el buen jugador se demuestra partida a partida, aquel que sabe gestionar los tiempos y no se precipita ante el injusto azar, quien controla sus emociones y ambiciones y quien previamente ha estudiado a los rivales de la mesa, sólo éste demostrará ser un gran jugador de póquer y podrá ganar la partida.

Sean por tanto prudentes, no apuesten todo de inicio (en inglés, All in) aunque vean que cuentan con dos ases en la mano, y traten de alternar jugadas, bonitas combinaciones como preciosos tréboles (♣) verdes de cuatro hojas que nos dejan embobados de forma que así puedan sorprender al rival, ya saben que si siempre hacen lo mismo acabarán en la monotonía y eso no gusta, reinventen jugadas, hagan escaleras, tríos y parejas, planifiquen las partidas a largo plazo y por supuesto arriesguen, sino lo hacen nunca ganarán, y siempre habrá alguien que lo hará por ustedes.

Sé que puede parecer cínico comparar el póquer con el amor, ya que se presupone que en el segundo todo es perfecto e idílico, pero como no nos hemos caído de un árbol y somos conscientes de lo que sucede, acepten que el amor es como un juego y por tanto sean estrategas, sin caer en la ludopatía, ya que los abusos nunca fueron buenos incluso en esto del amor, tampoco hagan trampas ni espíen las cartas que no son suyas ya que sino serán expulsados de la partida, así que disfruten, háganlo con cabeza, pero también con corazón (♥). ¡Hagan juego!

4 comentarios:

  1. sublime, hablando del amor o de la guerra sus comentarios son más que acertados.

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  2. Gracias Chapol·lo, usted también es un ser sublime.

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  3. estoy muy de acuerdo en que la partida la jugamos nosotros aunque las cartas no siempre sean las deseadas, me gusta tu filosofía de ver las cosas.

    Bea.

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  4. Gracias Bea, esto demuestra que la mayoría de cosas dependen de nosotros y están en nuestras manos. Por suerte! Un saludo.

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