Medallas y poder

lunes, 6 de agosto de 2012


Dicen que los Juegos Olímpicos son mucho más que una competición deportiva, y razón no les falta. Seguramente la semántica popular se refiere a éstos como una competición que une a los mejores, que confraterniza a los pueblos y que exhibe unos valores como el esfuerzo o el sacrificio. Puede ser. Pero yo les hablaré hoy de la vertiente menos bonita de la acepción, es decir, de la utilización política de los juegos olímpicos y del rol de influencias mundiales.

Se supone, que independientemente de la renta por habitante o de la riqueza de una país, el nivel deportivo no tendría que verse afectado, pero es sabido, que esto no es así, y que a medida que un país ha logrado una progresión económica su medallero ha ido creciendo, por contra, aquellos lugares que han perdido fuerza en lo económico también han reducido sus metales. Nada por tanto tienen que ver los juegos modernos con aquellas primeras olimpiadas que se disputaron en Atenas el año 1896

Vayamos a los ejemplos prácticos, y empecemos por uno reciente. China, el gigante asiático, este país no participó hasta el año 1952 en Helsinki por temas políticos, y ha faltado a varias citas por los mismos motivos, pues bien, este país que rondaba las 30 medallas en los años ochenta, creció hasta las 50 medallas en la década de los noventa, a medida que su economía se expandía. En la década de los 2000 se alcanzan las 60 medallas, y en Pekín 2008, celebrándose por primera vez en China unas olimpiadas, supera la barrera psicológica de los 100 metales. Es evidente que la progresión es claramente ascendente. También lo es en países vecinos de progresión económica similar como Corea del Sur. 

Por contra, veamos el ejemplo de la Unión Soviética, este bloque de países pasó de 70 metales a mediados del siglo pasado, hasta situarse sobre los 100 a partir de los años setenta, y logrando superar esa marca a partir de la década de los ochenta, logrando incluso rozar las 200 medallas cuando los juegos olímpicos se celebraron en Moscú en el año 1980, no exentos de trifulca política en plena Guerra Fría. Es importante añadir que los países que no eran de la URSS pero estaban en la órbita de influencia, como Rumanía, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia o Hungría tuvieron una evolución similar, viviendo un declive a partir del colapso de la URSS del año 1991, aún así, si sumáramos los países de ese bloque habrían ganado todas las olimpiadas desde 1992 hasta hoy, sin excepción y además holgadamente, lo que demuestra que la herencia todavía persiste, fruto de aquel pujante desarrollo económico y social.

¿Y qué pasa con los Estados Unidos? El medallero es también un reflejo de sus periodos económicos y políticos. A inicios del siglo XX el país no había llegado nunca a las 100 medallas, era un periodo donde todavía no habían alcanzado el rango de primera potencia clara, debido a la fuerza de Europa, no fue hasta el año 1932 en Los Ángeles, donde se alcanzó la cifra de los 103 metales, sin embargo en las siguientes, en Berlín 1936, sucumbió, debido al ascenso de la Alemania nazi que jugaba en casa. Tras acabar la Segunda Guerra Mundial, con una Alemania destrozada y tratando de recuperarse, los países vencedores de la contienda se reparten los metales, venciendo siempre Estados Unidos y logrando países como Suecia, Francia o Reino Unido un importante trozo del pastel de metales. Helsinki 1952, Melbourne 1956 y Roma 1960 son una continuación de lo sucedido en 1948 en Londres, Estados Unidos vence, pero sin pasar nunca de los 100 metales. En Tokio 1964 se empieza a polarizar el ambiente, al tiempo que Japón comienza también a emerger, en estas olimpiadas se produce casi un empate entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde entonces, hasta los años noventa, las olimpiadas son un combate entre americanos y soviéticos que siempre están sobre la marca de los 100 metales, con varios boicots de por medio e incidentes como los atentados contra la delegación judía en Múnich 1972. Mientras que los países del bloque oriental como Alemania del Este o Polonia suben de forma acusada, la Europa occidental va perdiendo peso lentamente, la polaridad de los dos bloques y la pérdida de peso demográfico pasan factura al viejo continente. Desde la caída del comunismo hasta el año 2008, Estados Unidos siempre ganó y siempre estuvo sobre los 100 metales, sin sobresaltos, claro que como dije anteriormente, si sumáramos los países la extinta Unión Soviética la clasificación hubiese sido bastante diferente, ya que siempre hubiesen copado el medallero sobrepasando además las 150 medallas.

Ya por último, haciendo un repaso a nuestro país, España es también el reflejo de la situación económica y de nuestra propia idiosincrasia nacional. Siempre en una horquilla marginal de 0 a 2 metales durante el siglo pasado hasta los años ochenta, donde aumenta la horquilla hasta un valor de 5-6 metales, llegando a la actual horquilla de 10-20 medallas y alcanzando el récord histórico de 22 en Barcelona 1992. No hace falta explicar los motivos de esa evolución, pues hasta finales de los setenta España vive anclada en un régimen completamente aislado del exterior, y es desde entonces, cuando empieza una transición política y económica, a diferentes fases, pero continuada hasta hoy, que emerge el medallero. 

Por desgracia para los nuestros, tras la crisis económica que nos está azotando, las previsiones para Londres 2012 no parecen muy halagüeñas, unas olimpiadas que serán un duelo entre americanos y chinos, donde los primeros querrán mantener la hegemonía frente a los segundos que querrán arrebatársela, casualmente, un paralelismo de la actual situación mundial. Entre medio habrá una bajada de los países europeos, que lentamente se consumen desde hace décadas, quizás con una leve subida puntual del Reino Unido, ya que el factor de jugar en casa siempre da ventaja, y pocas novedades más, un auge moderado de países de América y África. Y como no, cada día más participantes femeninas y menos participantes de raza blanca, en definitiva, una fotocopia de la sociedad actual.

Y a pesar de todo, de la cara menos deportiva de los juegos, la ilusión y la magia siempre aparecen, la competitividad nos deja momentos como los récords de Phelps o las zancadas imparables de Bolt. Así son las olimpiadas. ¡Disfruten de los juegos!

2 comentarios:

  1. Chapolo Chiappucci Kemerrún6 de agosto de 2012, 17:06

    Además una cosa muy buena de los JJOO es que nos ayudan a ver las diferencias brutales que existen culturalmente.
    Aquí debajo tenemos a un chino que habiendo conseguido la medalla de plata llora sin consuelo por no llevarse el oro:
    http://www.youtube.com/watch?v=aU5xDwasNU4
    este deportista al ser de un país donde la ingeniería social busca la excelencia y no perdona el fracaso muy seguramente será condenado al ostracismo, aun pese a ser el segundo mejor del mundo en su disciplina.
    En cambio en países latinos como España, por ejemplo, somos más laxos ante el fracaso, nos perdonamos continuamente no estar a la altura de las circunstancias y la exigencia en el ámbito académico, laboral, político, deportivo,... es mucho más baja, basta escuchar las declaraciones conformistas de algunos deportistas españoles cuya participación en los juegos ha sido testimonial.

    Solo un pequeño apunte quisquilloso, se conoce como 'olimpiada' al periodo que comprende dos JJOO, es decir, la olimpiada de Rio empezará el próximo domingo, con la finalización de los JJOO de Londres, y finalizará el día que den inicio los Juegos Olímpicos de Río en 2016.

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  2. Llámalo ostracismo, llámalo cárcel en algunos casos. Lo cierto es que cuando un país se sabe potencia y adquiere dominio y protagonismo, se afianza el patriotismo y la unidad nacional de una forma exagerada, sumado a la pujanza económica del país, hace que el pueblo sienta la necesidad de sentirse grande. Le pasó a la URSS, le ha venido pasando a Estados Unidos y a todos los viejos imperios. Dicho lo cual, si que es cierto que los países católicos, no confundir con latinos, tenemos una serie de costumbres de relativizarlo todo y de dejarlo para mañana todo, frente a los asiáticos o sin irnos más lejos, la Europa protestante o calvinista del norte, mucho más metódica en ese sentido. Deberíamos, creo, adaptar algo de la filosofía que se estila por allí arriba y no tanto la filosofía cuencoarrcista* china, que nos lleva a la infelicidad, la misma infelicidad que vemos en los rostros de los chinos fruto de una economía a base de esclavismo.

    Gracias por la diferenciación de olimpiada y juego olímpico, desconocía dicho significado en profundidad.

    *Cuencoarrocista: Término acuñado por Sergei G.Nyepornosinov.

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