Lágrimas de reflexión

miércoles, 25 de abril de 2012


No se notan. No las notan. No se escuchan al golpear contra el suelo, pero están ahí. Son las lágrimas que caen por dentro fruto de la impotencia del momento, de no ver una luz al final de un oscuro túnel y un letargo que parece no tener fin. La debilidad es para los débiles, valga la redundancia, por eso no ficho en ese menester, seguramente me iría mejor en ese bando, pero la vida no ha querido darme esa virtud (o defecto) así las cosas, ejerceré el papel que siempre he sabido hacer mejor, el de coronel que parece impasible al daño, mientras los soldados se están desangrando en el campo de batalla.

Pero los generales y legionarios también lloran, lo hacen a espuertas, dentro de la comandancia general y lejos de los focos del combate, y no por ello las lágrimas son menos intensas, ves como la batalla se presenta dura, ves caer a quienes han dado todo por ti, y te hundes cada día más en un cerco similar al de los numantinos en pleno acorralamiento romano, donde te consumes, y donde desgajas a días, los pocos actos de lucidez que parece mantienes, pero al tiempo tratas de no resignarte y esperas que por obra del señor, magia o milagro la situación se invierta, y la batalla de un giro.

No lo sé, mis estrategias se congelan, me va quedando poca munición y en la trinchera el frío empieza a llegar, ya no veo el combate desde arriba como antaño, ahora tengo que imaginar como va la guerra, ya no controlo ni a mis soldados rasos, me aferro a clavos ardiendo y hago de cosas simples auténticas virtudes, no lo sé y no lo sé, las dudas me corroen, pero aún así me niego a mostrar mi debilidad, la esperanza es lo último que se pierde, así que prefiero contribuir, aunque sea de forma falsa a dar síntomas de fuerza y energía a mis soldados, para intentar remontar esta guerra que parece difícil, no os preocupéis, en mi rostro no hay lágrimas, quizás si en mi corazón, pero da igual, fui entrenado para batallar y ahora no puedo perder ya la guerra.

Quizás se han perdido batallas, pero lo importante es ganar la guerra, cambiemos esas lágrimas de pena por lágrimas de alegría, marquemos unos objetivos realistas a corto plazo y vayamos paso a paso, sin que la prisa ni la desesperación nos haga gastar más balas.

Porque sobran motivos para no tirar la toalla, que siga el combate.

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