De pequeño admito que no me gustaba perder ni a las canicas, no soportaba verme superado por mis semejantes, encajaba una simple derrota en el recreo del colegio como una patada en el estómago, una especie de humillación, no podía ser verdad, alguien me estaba venciendo. Ante eso urgía a buscar una explicación, y lo fácil era buscar factores externos, si me metían un gol la culpa era de la defensa, está claro, y si perdíamos el partido la culpa era del árbitro que había favorecido al rival. Y si estas excusas no eran creíbles me inventaba algo, por ejemplo que ese día me dolía la cabeza. Todo con tal de eximirme de culpa o error.
Por suerte, aquello pasó, no porque haya perdido mi espíritu competitivo, que mantengo intacto, sino porque aprendí a hacer autocrítica a medida que me hacía adulto, buscando siempre mis errores y tratando de corregirlos, endureciendo los puntos débiles y mejorando día a día. Ese ejercicio, complejo pero necesario, todavía no lo ha dado nuestro país, o al menos no lo ha dado la mayor parte de la sociedad. Da la sensación, por los comentarios de la mayoría, que la culpa de esta crisis es del euro, del egoísmo de los alemanes, de los inmigrantes, de los políticos, de los mercados y un largo etcétera. Visto así, uno puede pensar que somos el pueblo más avanzado del mundo, el país más viajado, con más lectores y con más universitarios por habitante, y que lo único que nos falla son dos hombres de corbata que lo han hecho mal, y no, basta decir que esto no es así, y si bien es cierto hay políticos que no han cumplido con su deber, así como banqueros y jueces, lo cierto es que el hecho de que un país esté así es culpa de si mismo.
Y es que muchos compatriotas piensan que los alemanes o los suecos viven tan bien porque tienen mejores leyes o están hechos de otra pasta, y no, las leyes alemanas no distan mucho de las leyes nacionales, entre otras cosas porque las legislaciones europeas cada día son más parecidas entre si, cierto que hay diferencias, pero no son significativas. Tampoco me vale la excusa del bipartidismo, ya que los mismos que se quejan del bipartidismo luego envidian a Francia, el país más bipartidista de toda Europa. Es más, votar a un partido pequeño no te hace más democrático, tampoco menos. Otros culpan a los bancos, sepan que bancos hay en todos los países y que Holanda o Reino Unido han salvado a los suyos, y que los banqueros, como cualquier oficio, los hay honrados y los hay corruptos. Otros dirán que la culpa es de los mercados, ¿Acaso saben lo que son los mercados? Y otros que la culpa es de la Ley del Suelo que aprobó Aznar y continuó Zapatero, seguramente no sepan que es la misma ley que tienen Francia, Reino Unido o Alemania. O que la culpa es del euro, claro, la culpa es del euro y no del sinvergüenza de abajo que te pasó el café de las cien pesetas a un euro, por aquello del redondeo.
No, no busquen tantos culpables fuera, no traten de tirar balones fuera, si cogen un diario y miran las audiencias televisivas de este país verán que Sálvame y similares son los programas más vistos y si miran el consumo de libros, películas o documentales y lo comparan con otros países, entonces si que se echarán las manos a la cabeza. Ahí verán que la culpa es de un pueblo adormecido, y sin ética alguna, que ha renunciado al patriotismo, pues suena facha y antiguo, para comprar un nuevo discurso egoísta e individualista que solo busca el bien personal, el disfrute desfasado las veinticuatro horas del día, importándole un pimiento lo que le pasa al vecino o si talan doscientos árboles en un espacio protegido, y todo ello sumergido en una borrachera de estupidez, hasta que un día se despierta de ese sueño, y entonces se da cuenta que está mal y que no está capacitado para salir del pozo en que se ha metido. La verdad que me apena ver a mi país así, sumido en esta bajeza cultural y moral. Miren una noticia al azar del diario deportivo Marca, del estilo "Messi es mejor que Cristiano" (o al revés) y verán discusiones y peleas, orgullos y desencuentros, como si la vida fuera en ello, luego vean una noticia de actualidad o corrupción, en El País por ejemplo, no verán la mitad de comentarios, parece ser que hablar de eso aburre, y claro, en este país, o algo es gracioso o no tiene futuro, no sé como Chiquito de la Calzada no ha salido presidente todavía. ¿De verdad creen que un país como el nuestro va a alcanzar a Alemania con este nivel de exigencia política y cultural? ¿Lo creen en serio? Pues ya les digo que son muy ilusos.
El otro día leía comentarios de simpatizantes del 15-M, con el cual simpaticé y participé en sus inicios, y la verdad que me avergonzó el nivel de lo que allí leía, no solo por las faltas de ortografía, caso a parte, sino por los comentarios de la gente. El titular rezaba "¿Para qué sirven los diputados?" Y la masa desesperada cargaba a insultos y gritaba que no servían para nada, que se tendrían que salir todos y que llegara uno que pusiera las cosas en su sitio. Comprendo que haya desesperación, pero nunca la desesperación ha de mezclarse con actitudes totalitarias, pues así nacen todas las dictaduras y frustraciones nacionales, y les recuerdo que somos ciudadanos y que tenemos que ejercer como tal. Esto en parte, explica que hoy tantos predicadores y tantos políticos estén forrándose, pues aprovechan la conjetura para lanzar mensajes casi mesiánicos a un pueblo desesperado, poco ilustrado y que busca una válvula de escape. No hay más que ver el auge de partidos nacionalistas o de extrema derecha, que culpan siempre al vecino o a los de fuera, o la cantidad de economistas de boquilla que dicen tener la solución solo por haberse matriculado en ESADE.
Temo que todo acabará mal y que los que padecen fobia a la cultura, a la crítica y al pensamiento se harán cada día más fuertes, ya que "como hay crisis" está prohibido pensar, solo vale tirar piedras al más puro estilo troglodita, eso sí, luego queremos ser como los alemanes. ¿Ahora entendéis por qué desde fuera no se fían de nosotros? Un poco de autocrítica, y saldremos de esta. Solo un poco.